Una línea de investigación asociada a la infectobesidad -obesidad de origen infeccioso- es la que está impulsando un equipo de investigadores de la Universidad de La Frontera, que lleva 6 años estudiando los efectos de virus en las personas.
En ese sentido, uno de los estudios realizados apuntó a una evaluación de la influencia del Adenovirus 36 (Ad-36) –que es similar al de la influenza, causando cuadros gripales generalmente leves- sobre el riesgo de obesidad y alteraciones metabólicas, dado que la evidencia científica demostraba que ese virus genera actividad adipogénica, lo que en sencillo implica que promueve el depósito de grasa y crecimiento del tejido adiposo o graso. Dicha relación también ha sido analizada en Estados Unidos, Italia, Suecia, Turquía, Finlandia, China, entre otros.
Así, los resultados de la investigación UFRO, que contó con la participación de expertos del Centro de Diagnóstico y Tratamiento de la Obesidad de la Clínica Alemana de Temuco, reveló que los pacientes que fueron expuestos al Ad-36, es decir que alguna vez se infectaron y por lo tanto presentan anticuerpos contra ese virus, tienen un mayor riesgo de ser obesos durante su vida adulta. “Este efecto puede observarse también a largo plazo, puesto que por su mecanismo de transmisión la infección por el Ad-36 se produce principalmente durante la infancia, sin embargo las personas presentan un riesgo aumentado de ser obeso aún durante la vida adulta”, detalla Álvaro Cerda, líder del proyecto e investigador del Centro de Excelencia en Medicina Traslacional de UFRO.
Respecto al contagio de este virus, el investigador de UFRO comenta que, en general, la infección se contrae por contacto con secreciones de una persona infectada, lo que incluye secreciones oculares, respiratorias, orina y heces. “También es posible contraerla a través de un objeto contaminado o por gotículas suspendidas en el aire”, señala Cerda.
Sin embargo, uno de los problemas radica en que en la mayoría de las personas con un sistema inmunológico competente, al contagiarse son asintomáticos o presentan sintomatología leve, por lo que no se realiza un diagnóstico de laboratorio que permita conocer cuántas personas han sido expuestas al virus. “En nuestro país, a pesar de no existir estudios sobre la prevalencia de infección previa, resultados de nuestras investigaciones sugieren que alrededor de un 40% ha estado expuesto a la infección”, cuenta el investigador del Centro de Excelencia en Medicina Traslacional de UFRO. Respecto a las personas que presentan síntomas, Álvaro Cerda explica que son similares a un resfrío, con manifestaciones respiratorias y gastrointestinales.
Por otra parte, en cuánto a los mecanismos de prevención, el experto recomienda que se deben fortalecer las medidas de higiene, realizando cuidados similares a los que se aplican para evitar el Covid-19.
Asimismo, el equipo de investigación ha indagado en el papel que tienen los microRNAs -pequeñas moléculas de ARN que tienen funciones de regulación sobre diferentes procesos fisiológicos y patológicos del cuerpo humano-, donde han logrado demostrar que la infección previa con Ad-36 puede modificar la expresión de los microRNAs que regulan el proceso adipogénico, lo que en simple implica que se propicia una mayor formación de células de la grasa.
En esa línea, los investigadores de UFRO también se encuentran estudiando la relación de Ad-36 con la osteoporosis. “Este virus potenciaría la diferenciación celular de adipocitos -células que componen la grasa, las cuales tienen un origen común con las células que conforman el hueso. Así, al generar un desequilibrio y favorecer la producción de células de la grasa, es factible que disminuya la producción de células que componen el hueso, por lo tanto podría originar o favorecer la osteoporosis”, comenta Cerda.